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Mostrando las entradas de noviembre, 2020

Triste apología de un recuerdo

  No te miento cuando te digo que tu cuerpo huele a árbol, huele a roble humedecido por la lluvia, como aquel árbol donde de noche jugamos a buscarnos; yo me escondo, me hago diminuta entre sus raíces, luego tú pronuncias mi nombre y no respondo. Mi silencio hace que entres en la cálida desesperación de un enamorado que no encuentra lo que ama, gritas mi nombre... no te miento, quiero reírme, pero me cubro la boca, porque quiero saber cuánto es que me amas. Tu mano recorre la piel áspera del árbol y al encontrase cerquita de la mía, me apresuro a asustarte con la araña de mi mano. —­­­Eres tú— me dices, y con tus manos me recoges de entre las hojas secas como un bebé abandonado, me acercas a ti, me escondes entre tu cuerpo y tus brazos, creo que tus labios me susurran algo, pero no los escucho. El viento sopla mi oreja, su silbido me hace recordar que existen las horas. Hace horas tenía que haber llegado a casa.   Nos sentamos un rato bajo la sombra del árbol. No hay sol, ...

Un olor ausente

  El camión huele a cansancio, a sueños medio despiertos, a caras dibujadas con tiza suave; todos duermen con los ojos abiertos y sueñan a través de las ventanas rayadas, yo también sueño así. Hace calor, abro una de las ventanas y se me escapan los recuerdos, pero antes, se pasean por mi pecho que los despide, salen de mí, veo cómo se los lleva el viento; puede doler un poco.   Un niño balancea sus pies junto a mí, sus ojeras jóvenes ocultan una sonrisa tímida que nunca recibiré. Alguien jala mi cabello, prefiero ignorarlo. Prefiero leer el texto a través del hombro del hombre sentado delante de mí, “Hija cuídate mucho, ya voy para el trabajo, desayunas en la escuela. Te quiero”.   Hay oraciones que nos duelen solo a algunos, por eso imagino que mi celular recibe un mensaje, es mi padre diciendo que me quiere, que me cuide y que desayune en la escuela.   Sé cómo huele todo cuando estoy triste, huele como al mar en la madrugada cuando se está solo, a sales co...

Cafetería

  Me acuerdo de esa noche en que el café besaba amargo. Afuera serenaba un poco como si el cielo me invitara a llorar con él y en el intento de negarme, ahogué con mi saliva el nudo que se sujetaba de mi garganta. Mi dolencia se vio perturbada por las voces que venían desde algunos asientos lejanos al mío, celebraban algo y sin interés aparente les bajé el volumen, dispuesta a solo escuchar los recuerdos que salían de mí, proyectándose en el cristal sucio de la cafetería; vi reproducir el teatro modificado de lo que un día fueron mis ilusiones, diseñadas para hacerme doler, como me gusta. Se hicieron las 10:00 y no llegaste, no me sorprendió en lo absoluto, pues nunca te invité, pero ingenuamente creí que llegarías, como buscándome con la prisa de encontrarte con mis ojos. Siempre es lo mismo, miro hacía la puerta, espero que entres, espero que pidas un café sin azúcar mientras caminas y le das la espalda al mesero dirigiéndote hacia mí. Tu voz destruye todo sonido, todo ruido, tu ...

Día 47

7:41 AM Desde casa no se puede ver mucho de lo que pasa afuera, solo lo que sucede adentro, donde hoy me resguardo a causa de cualquier cosa, menos mi voluntad. ¿Qué puedo ver aquí adentro? Las miradas apolilladas de todo lo viejo que aún puede sostenerse en pie, una estufa cubierta de la grasa que todavía huele a navidad y bajo mis pies, el suelo sediento de las caricias de un trapeador.  12:42 PM  ¿Cuánto tiempo estuve afuera? ¿Cuánto tiempo la ceguera me penetraba al entrar a casa para no observar el lugar que habitaba? Pero ahora, ¿Cuánto tiempo llevo aquí dentro? Mis manos parecen haber tocado cada rincón de cada habitación, mis sucias manos; han limpiado todo el polvo queriendo aparentar que acarician lo que un día fueron pieles, húmedos labios, otros dedos palpando los míos. Y mi piel ya no es mi piel, cada vez va endureciéndose un poco más a causa de este aislamiento… temo convertirme en la pared que no falta en esta habitación y extinguirme en la espera de ser útil en...

Ausente

Soy la ausencia  que se escurre de tus manos, el sin sentido de estar mirando por encima de tu hombro, el beso extinto que reaparece al cerrar tus ojos. A veces quisiera abrazarte fuerte pero estás muy lejos. Y es que ahora mis brazos ya no sostienen los cuerpos que amé. Quisiera que me necesitaras no solo en la penumbra. No hay un espacio para mí  entre la sonrisa de los días claros. Los días que parecen noche me saben mejor; es agonizante aceptar la dulzura de los días así. Camino por el cielo  porque la tierra solo me hace llorar; las lágrimas secas se han hecho cenizas, han ensuciando  mi rostro, m i cuello,  mis manos. ¿Cómo voy a lavar mi dolor? - Bertha Landín

Calles Vacías

  Por las noches los postes de luz iluminan los rostros ausentes.   Los vagabundos parecen adueñarse de las esquinas que hace semanas nadie reclama.   Las calles buscan las suelas de quien alguna vez las pisó   Se duerme la madrugada sin dejar huella de qué día es.   El sol parece no besar más las pieles humanas.   La paloma mañanera echa de menos el arroz de la viejecilla que ahora está tendida en una cama al filo de la muerte.   Las bancas blancas no son las mismas desde que les falta el caramelo embarrado de las manos de un niño.   Los edificios duermen aunque es día pero dentro de ellos aún se esconden los ojos despiertos de las figuras cansadas.   Cuerpos sujetos al compromiso a la necesidad de sobrevivir.   Algo les cubre los labios algo que no los deja gritar, callan.   En el cielo se aprecia ya la nostalgia de un agosto melancólico....