Calles Vacías

 

Por las noches

los postes de luz

iluminan los rostros ausentes.

 

Los vagabundos

parecen adueñarse de las esquinas

que hace semanas nadie reclama.

 

Las calles

buscan las suelas

de quien alguna vez las pisó

 

Se duerme la madrugada

sin dejar huella de qué día es.

 

El sol

parece no besar más

las pieles humanas.

 

La paloma mañanera

echa de menos el arroz

de la viejecilla

que ahora está tendida en una cama

al filo de la muerte.

 

Las bancas blancas

no son las mismas

desde que les falta el caramelo embarrado

de las manos de un niño.

 

Los edificios duermen

aunque es día

pero dentro de ellos aún se esconden

los ojos despiertos de las figuras cansadas.

 

Cuerpos sujetos

al compromiso

a la necesidad de sobrevivir.

 

Algo les cubre los labios

algo que no los deja gritar,

callan.

 

En el cielo

se aprecia ya

la nostalgia de un agosto

melancólico.

 

 Agosto que si ya pintaba ser solitario

ahora empapará de tristeza con sus aguas

a los sin techos que se esconden

bajo la ilusión transparente de un hogar.

 

 Lluvias

¿Se llevarán el dolor?

 

A veces

miro por la ventana

intentando comprender el sufrimiento que nos cubre

sufrimiento que no sé escuchar.

 

Verdaderamente no sé qué es el dolor.

 

Salgo camino observo.

 

Hay calles vacías

y otras no tanto

en algunas

las envolturas de un anónimo

caminan conmigo.

 

Envolturas que significan tanto:

alguien caminó por aquí esta mañana

o ayer o en esta semana.

 

“Gente sucia, lo merecemos, todo esto lo merecemos”

pienso a veces

 y luego

en un rincón con la mirada hacia la pared

lloro por el mundo

lloro por mí.

 

 

Extraño ver las calles

llenas de caras que jamás conoceré.

 

Extraño sentirme sola

entre los cuerpos

con los que chocaba

al caminar.

 

Es insufrible

la rareza de sentirse solo

en las calles vacías.

 

Calles en penumbra

disfrazadas de un escenario fantasmal:

donde el viento busca

como un lobo solitario

la carne de un alguien herido.

 

Un alguien solo

es demasiado en una ciudad

aparentemente vacía.

 

Un alguien es nadie

entre una tempestad

de cuerpos que se ignoran.

 

Camino y no me  encuentro.

 

No está la ingenua sonrisa

de un niño corriendo antes de tropezar

ni tampoco están sus manos sucias

cubriendo la herida.

 

Camino.

 

Soy un fantasma

acechado por las miradas sentenciantes

que parecen estar

enmarcadas por las ventanas.

 

Vuelvo.

 

Llegar a casa

donde alguien o nadie me espera

donde no tengo nada o donde lo tengo todo.

 

Llorar un poco

pensando que es un día más

en el que llego a casa

sin lo que salí a buscar.

- Bertha Landín

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